Chile fue el primer país que visité, allá cuando era una niña y no tenía mucha idea de distancias, fronteras, dictaduras y transiciones a la democracia. De ese viaje me quedó el recuerdo del cruce en auto de la cordillera, con mi mamá haciendo el relato del cruce de los Andes de San Martín como voz en off, la casa de Viña del Mar, las horas eternas de jugar a la generala, el encuentro un poco traumático con el Océano Pacífico y el agua fría y calma de Zapallar.
La segunda visita también fue en familia. Esta vez el cruce a Chile en auto fue desde Junín de los Andes. Un escenario completamente distinto al de la vez anterior. Verde, mucho verde, el Lanín, la postal de Pucón. Y luego, el calor infernal de Temuco.
Años más tarde, volví a Chile ya de adulta, cuando mi hermana estaba viviendo allá. Allí volví a recorrer Santiago, ciudad de la que me acordaba poco y nada, y también redescubrí Valparaíso.
¡Me queda tanto por recorrer del país vecino! El desierto de Atacama y Torres del Paine están alto, alto, en mi lista de pendientes. Uno de mis planes post cuarentena es ir a Jujuy de nuevo, de ahí cruzar a Bolivia y desde ahí a Chile. Ojalá no falte mucho.
¡Les abrazo a la distancia!
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