Día 6: Brasil

Brasil para mí es una roda de samba. Es una cerveza en un boteco un martes a la madrugada. Es un açaí con granola volviendo de la playa. Es Caetano, Nara Leão y Tim Maia Es encontrar un libro de Chico Buarque que aún no leí. Es el Salvador de Jorge Amado. Y el Río de Clarice. Es la Samba del Avión de Jobim, qué tan bien representa mi alegría al estar por aterrizar allí. Es el gentío confuso de una noche de viernes en Lapa. Es la alegría generalizada en Praça XV con Cordão do Boitatá el domingo de carnaval . Es una señora de ochenta años sambando en Santa Tereza. Es el gusto especiado de la cachaça Gabriela. Son los adoquines de Paraty, las trilhas de Ilha Grande y los edificios de Niemeyer. Es celebrar las 12 del primer día del año saltando olas. Es la jardinera que me lleva a Jericoacoara y los B52 del bar de Pipa. Es cruzar las sierras y sentir cómo baja la temperatura camino a Belo Horizonte. Son las 3 de la mañana en Bukowski y la saidera de las 5 en el glorioso Emporio. Es sentir el calor apabullante en una subida de casi 90 grados en Ouro Preto. Es el agua cálida y transparente, la arena blanca y el mate con limón en barriles de metal en la playa. Es la feijoada de Cristiana en Copacabana. Es el olor a ajo friéndose cualquier día por la mañana. Es la sonrisa amplia en cada esquina. Brasil es el país al que más he visitado, Río de Janeiro y su cálida gente me albergaron por mucho tiempo. Allá aprendí lo que es la saudade y por eso es que siempre estoy volviendo.